Disciplina deportiva y liderazgo comparten un mismo lenguaje; constancia, repeticiones pequeñas y autocontrol. No es una camisa de fuerza, es una forma de entrenar la mente y el cuerpo hasta volverlos aliados. En la cancha se reconoce en los gestos invisibles, el calentamiento que nadie aplaude, la respiración antes del saque, la postura automática para recibir el siguiente punto.
En la empresa, ese mismo idioma se refleja en la revisión de agenda con intención, en la pausa previa a una negociación difícil o en la decisión de cerrar el día aunque falte la motivación.
La premisa es clara, lo que entrenas en lo invisible se convierte en ventaja cuando llega lo visible. Y esa ventaja no solo impulsa a correr más rápido o vender más, también permite aprender con mayor profundidad, decidir con base en objetivos y reducir el estrés en momentos de presión.
La disciplina como sistema: más que voluntad, un método
Cuando hablamos de disciplina pensamos en esfuerzo puro, casi en un aguante heroico. Pero la realidad es otra; disciplina deportiva y liderazgo sostienen el alto rendimiento en las empresas, y no es cuestión de algo extraordinario, sino de un sistema sostenido en el tiempo.Se construye con rituales breves, marcos claros y repeticiones que generan retroalimentación constante.
La investigación de la consultora Elixirr, How do CEOs and athletes compare? (2023), lo presenta bien. Tras estudiar a deportistas de élite y directivos, encontraron un patrón común: el 91% de los CEOs y el 100% de los atletas mantienen un ritual previo a los momentos de mayor exigencia. Muchos destinan entre 16 y 20 minutos a preparar su mente antes de tomar una decisión crítica. No esperan a sentirse inspirados, diseñan un procedimiento que los lleva al estado mental adecuado para rendir.
Hace más de dos décadas, Jim Loehr y Tony Schwartz ya habían descrito algo similar en Harvard Business Review. Su “pirámide del rendimiento” propone que el desempeño sostenido depende de cuatro niveles de energía: el cuerpo, las emociones, la mente y el propósito. El modelo no glorifica el sacrificio sin descanso, más bien coloca la recuperación al mismo nivel que el esfuerzo.
Para un atleta esto es evidente; nadie entrena todos los músculos todos los días. En cambio, en la vida empresarial muchos líderes todavía asumen que disciplina significa estar siempre disponibles.
El problema es que esa disponibilidad constante no genera más resultados, por el contrario, abre la puerta al desgaste físico, emocional y mental. Entrar y salir de los momentos de exigencia con un plan consciente permite sostener la energía a largo plazo.
Esa es la diferencia entre un líder que llega a la reunión agotado y otro preparado. Mientras el primero depende de la resistencia bruta, el otro lo hace de un sistema que lo mantiene listo para el siguiente punto, dentro o fuera de la cancha.
Descansar también es disciplina
El descanso no es un premio ni una concesión, es parte del método. La cultura del “siempre encendido” nos hizo creer lo contrario durante años, pero basta mirar al deporte para notar el error. Los atletas periodizan al distribuir cargas, alternar intensidades y proteger el sueño porque saben que sin recuperación no hay progreso.
En la empresa ocurre lo mismo cuando un líder aprende a recortar ruido, crear ventanas de enfoque y tratar el descanso como un activo estratégico. Esa lógica está en el corazón de la pirámide de Loehr y Schwartz: gestionar energía, no solo tiempo.
Cuidar el cuerpo, cultivar emociones positivas como la gratitud y la conexión, mantener la mente clara y alinear todo a un propósito explícito. Cada nivel se sostiene en el otro, y juntos vuelven más resistente al líder frente a la fatiga y los contratiempos.
También puedes leer: Cultura de disciplina y diversión: el camino hacia la excelencia organizacional
Cuando disciplina deportiva y liderazgo incluyen descanso, el estrés no se acumula hasta convertirse en incendio. Se disipa antes de crecer, porque el sistema entero está diseñado para recuperarse y volver a rendir.
Y cuando hablamos de descanso no nos referimos a un lujo, sino a un recurso estratégico. Las investigaciones muestran que:
- Un cuerpo descansado decide mejor. El cansancio físico dispara respuestas más impulsivas, menos creativas y de corto plazo.
- La preparación previa amortigua el estrés. Según Elixirr, tanto atletas como CEOs utilizan rituales para llegar calibrados a los momentos críticos.
- El descanso sostiene la pirámide del rendimiento. Ignorar la base física compromete los niveles emocional y cognitivo, debilitando al líder justo cuando necesita claridad.
- Recuperar es parte del método. Integrar pausas, sueño y gratitud no reduce la productividad, la multiplica porque recarga energía antes de que el estrés escale.
Rituales que preparan la toma de decisiones
Rafa Nadal, uno de los mejores tenistas de la historia, es quizá el ejemplo más famoso de cómo un ritual puede convertirse en parte del rendimiento. Antes de cada saque, acomoda sus botellas de agua en un orden preciso, ajusta la ropa, toca su rostro en una secuencia específica y repite gestos que parecen automáticos.
Más allá de la anécdota, él mismo ha explicado que no son manías, son una forma de entrar en estado de concentración y aislarse de cualquier distracción en un momento de presión máxima.
Ese es, precisamente, el poder de los rituales. Aunque no todos son iguales, comparten un mismo sentido, ayudan a reducir la incertidumbre interna, indican a la mente que el momento es importante y generan un ancla de control. En el deporte puede ser un aplauso con magnesia antes del salto, una respiración profunda o una frase repetida de manera mecánica.
En la empresa funcionan del mismo modo. Leer en voz alta el objetivo de la reunión, ensayar el mensaje clave o visualizar tres escenarios posibles con sus primeras respuestas son prácticas que calibran la mente antes de tomar una decisión importante. Aunque parezca que se trata de supersticiones, en realidad es un mecanismo probado de preparación.
La investigación de Elixirr, High performance isn’t just reserved for athletes (2023), mostró que los rituales son habituales tanto en deportistas como en CEOs. Ambos perfiles los utilizan porque elevan la concentración y aumentan la probabilidad de éxito en momentos clave.
Por eso, la disciplina no se mide por cuánto aguanta alguien, sino por cómo se prepara. En deporte y en empresa, quien improvisa depende del azar. En cambio, quien practica un ritual construye deliberadamente el estado mental desde el que va a decidir. Esa diferencia separa al líder reactivo del líder estratégico.
Otro ejemplo cercano es el del clavadista mexicano Osmar Olvera, campeón mundial de clavados y una de las promesas olímpicas más jóvenes del país. Olvera ha contado que antes de cada salto repasa mentalmente la secuencia completa de su clavado. Ese ritual de visualización le permite entrar al agua con la mente enfocada en lo esencial, sin dejar espacio a la duda.
¿Existe alguna lección en todo esto? Sí. La preparación previa, la que ocurre lejos de las miradas, es la que sostiene el desempeño en el momento en que todos están observando.
También puedes leer: El poder de las rutinas matutinas: cómo establecer hábitos que transformen tu día y tu vida
De la cancha a la empresa: aprendizajes transferibles
Si la disciplina fuera solo repetir, bastaría con una rutina fija. Pero la disciplina que convierte a un profesional en líder es reflexiva: implica aprender, ajustar y desaprender lo que ya no funciona. El deporte lo demuestra a diario.
Un atleta pierde un punto y en segundos registra qué pasó, corrige microtécnicas y vuelve al siguiente intento sin resentimiento. Ese músculo cognitivo (la capacidad de iterar sin drama) es oro en los negocios, donde la velocidad de aprendizaje marca la diferencia entre ganar o quedarse atrás.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando un atleta decide emprender? Todo lo que aprendió en la cancha puede convertirse en una ventaja enorme para iniciar un negocio: disciplina, tolerancia al error, gestión del tiempo y trabajo en equipo. Sin embargo, esas competencias solo generan impacto si se trasladan de manera consciente a un nuevo contexto. No basta con la experiencia deportiva; hace falta un proceso que permita capitalizarla.
El modelo de Lund University
La investigación de Lund University, Elite athletes becoming entrepreneurs: An entrepreneurial decision process model (Bagge & Oberhausen Krippler, 2024), confirma esta idea. El estudio analizó cómo deportistas de élite se convierten en emprendedores y encontró que no existe un salto ciego hacia los negocios, sino un proceso estructurado.
Los autores plantean un modelo dinámico con cuatro piezas que se retroalimentan:
- Proficiencias deportivas. Habilidades adquiridas durante la carrera —como gestión del tiempo, priorización, capacidad de decir no, colaboración y la práctica de aterrizar metas en acciones diarias— que forman la base del nuevo rol.
- Preparación emprendedora. Educación formal, experiencias laborales y ensayos de negocio que complementan esas habilidades y les dan aplicación en otros contextos.
- Aprovechamiento del entorno deportivo. Las redes, contactos y oportunidades generadas en el mundo del deporte que pueden convertirse en aliados estratégicos al iniciar una empresa.
- Disparadores de transición. Factores como el fin de la carrera, la motivación de emprender o un cambio psicológico que impulsan a dar el paso.
El valor de este modelo está en mostrar que las piezas no actúan por separado, más bien como partes de un mismo proceso. Las habilidades deportivas se convierten en ventaja cuando encuentran un entorno que las activa. La formación empresarial adquiere sentido en el momento en que un disparador obliga a dar el paso. Y las redes construidas en el deporte se transforman en oportunidades reales solo si existe preparación para aprovecharlas.
Con esta mirada, el hallazgo central del estudio resulta evidente. El éxito no se explica por un supuesto “talento natural”, sino por la capacidad de trasladar deliberadamente la disciplina deportiva a un nuevo contexto diseñado para sostenerla.
Serena Ventures
Un ejemplo de esa transición es Serena Williams. Tras retirarse del tenis profesional, fundó Serena Ventures, un fondo de inversión de capital de riesgo que ha respaldado a decenas de empresas, muchas de ellas lideradas por mujeres y minorías.
Lo que la sostuvo en la cancha —visión estratégica, preparación para escenarios de alta presión y constancia en el largo plazo— se convirtió en la base de su filosofía como inversionista. No replicó su disciplina deportiva, la recontextualizó para abrir oportunidades en un nuevo terreno de juego.
Red de apoyo y propósito: la disciplina que se comparte
En el deporte de alto rendimiento no existe el mito del esfuerzo individual. Cada atleta tiene detrás un sistema de apoyo que incluye entrenadores, fisioterapeutas, psicólogos, compañeros de equipo e incluso rivales que lo impulsan a mejorar. Ese entorno no es un accesorio, es parte esencial del método.
En la empresa ocurre lo mismo. Los líderes que logran sostener resultados rara vez lo hacen solos. Construyen una red de apoyo que actúa como catalizador, desde mentores que cuestionan, pares que ofrecen retroalimentación y equipos que comparten responsabilidades. Lejos de ser una señal de debilidad, reconocer esa interdependencia es un acto de disciplina estratégica.
Al mismo tiempo, la disciplina necesita dirección y aquí entra el propósito. Jim Loehr y Tony Schwartz lo subrayan en su modelo de la pirámide del rendimiento como:
“El nivel más alto de energía proviene del espíritu, es decir, de un propósito explícito que conecta la acción diaria con un significado profundo”.
En los atletas, ese propósito suele ser competir en unos Juegos Olímpicos o alcanzar una marca mundial. En la empresa, puede traducirse en transformar una industria, crear empleo o innovar en un sector.
Nombrar para qué se trabaja no es un detalle motivacional, es lo que permite sostener la disciplina cuando la motivación cotidiana flaquea. De esta manera, el propósito se convierte en la brújula que alinea las prácticas individuales con una visión de largo plazo, y la red de apoyo en la estructura que multiplica las capacidades de un líder.
5 prácticas para líderes inspiradas en el deporte
Después de revisar cómo atletas y directivos sostienen el alto rendimiento, queda claro que la disciplina deportiva y en el liderazgo no es rigidez, sino un sistema. A partir de este análisis proponemos cinco prácticas que cualquier líder puede incorporar en su día a día. No requieren talento especial ni condiciones extraordinarias, solo intención y constancia.
1. Periodización del esfuerzo
En el deporte, entrenar sin descanso lleva a la lesión. En la empresa, sostener semanas de exigencia continua lleva al desgaste. La solución está en la periodización: alternar momentos de intensidad con espacios reales de recuperación. No se trata de apilar reuniones, sino de ordenarlas según la energía disponible. Dormir lo suficiente y tratar al cuerpo como aliado de la mente es parte de la disciplina que protege el rendimiento a largo plazo.
2. Ritual de enfoque antes de lo crítico
Los atletas no compiten sin calentar. De la misma forma, un líder no debería entrar a una negociación, una presentación o una decisión clave sin preparar su mente. Basta con 16 a 20 minutos de enfoque: aclarar el objetivo, visualizar riesgos y definir la primera jugada. Este breve ritual no es un lujo ni una superstición, es un mecanismo para llegar calibrado al momento decisivo.
3. Cadencia de aprendizaje
Los errores son inevitables, pero el modo en que se procesan marca la diferencia. Una práctica sencilla es establecer una cadencia para codificar aprendizajes: un breve post-mortem después de un proyecto, una hipótesis nueva y un próximo experimento. Iterar sin drama convierte los tropiezos en ventaja competitiva y genera equipos más resilientes.
4. Red de apoyo como parte del método
Ningún atleta compite en soledad: entrenadores, compañeros y pares son parte de su sistema de mejora. En liderazgo ocurre lo mismo. Un mentor que cuestiona, un equipo que da retroalimentación o un par con quien contrastar ideas aceleran los ajustes y reducen la carga individual. Construir una red de apoyo es diseñar un entorno que multiplica las posibilidades de éxito.
5. Propósito explícito
Un propósito no es una frase bonita en la pared, es una brújula de energía. Nombrar para qué trabajas orienta las decisiones de largo plazo y sostiene la disciplina cuando faltan ganas. Los atletas lo entienden al entrenar años por una competencia que dura segundos. En la empresa, tener claro el “para qué” mantiene el foco en los momentos difíciles y evita que el esfuerzo se disperse en tareas sin sentido.
Una disciplina que también humaniza
La palabra “disciplina” suele intimidar porque la asociamos con rigidez y dureza. Sin embargo, el deporte de élite nos ofrece otra mirada: la disciplina es, en realidad, la arquitectura de la calma. Sin estructura, el estrés se impone. Con estructura, eliges dónde poner tu atención. Y esa elección (la más humana de todas) es la que distingue un día reactivo de un día de liderazgo.
En este punto la ironía es muy grande. La disciplina no encadena, libera. Te da criterio para decir “no”, espacio para pensar con claridad y confianza para llegar al momento clave con lo esencial ya hecho.
Si tu objetivo es crecer profesionalmente, aprender con mayor profundidad y tomar decisiones con menos estrés, el camino no está en forzar más horas ni en coleccionar trucos aislados. Está en entrenar lo invisible; preparar antes, recuperar después y regresar a los fundamentos todos los días. Lo demás —ventas, proyectos, ascensos— se vuelve consecuencia natural de ese sistema.
Y entonces, casi sin darte cuenta, descubrirás que la disciplina del deporte ya habla por ti en la sala de juntas. Respiras, miras la red y juegas el punto que sigue.
¡Suscríbete a nuestro newsletter! Mantente al día con las últimas tendencias y estrategias en el mundo de los negocios.